LOS PISHTACOS Y LAS CASAS EMBRUJADAS
Más que una cortina de humo, la chanza de los pishtacos fue una cortina de sebo. En noviembre de 2009, el entonces ministro del Interior, Octavio Salazar, montó el cuento de que en huánuco se había capturado a una banda de traficantes de grasa humana que se hacía llamar "Los pishtacos del Huallaga" y que había dejado tras de sí no uno ni dos, sino sesenta (exáctamente sesenta) cadáveres despojados de su grasa corporal, "la que luego era comercializada en Europa para fabricar belleza".
Por más de quince días la prensa, la tele, la radio con los detalles de los pishtacos, de quienes se decía que " asesinaban a las víctimas decapitandoles", que "colgaban los trozos de cuerpos en tendederos para dejar chorrear la sangre y la grasa en unas botellas rodeadas por velas", que "en el extranjero la grasa humana se vendía por 11.000 dólares el litro". Late le hablaba mucho de los pishtacos y casi nada se decía de la investigación del periodista Ricardo Uceda sobre un Escuadrón de la Muerte en Trujillo, integrado por un sector de la Policía que disparaba a quemarropa a supuestos delincuentes. A Salazar, la cortna de humo de los pishtacos le cayó como anillo al dedo.
Los pishtacos coronaron el 2009 y en el 2010 lo hicieron los fantasmas. Por tres semanas los noticieros de la tele pasaron notas sobre un solar embrujado en el Rímac. Se reportaba con "seriedad y objetividad" sobre cochillos voladores, cortinas que se encienden, parasicólogos rezando en idiomas desconocidos.
"Ante hechos como este la gente cae en una fascinación casi hipnótica y evasiva porque necesita distraerse", dice el psicoanalista Jorge Bruce". "sin embargo, no hay que ser ingenuos para caer en cuenta que detrás de esas noticias hay un interés de los grupos hegemónicos por mantener a la gente idiotizada.



